CIUDAD Y JUNGLA


Para Aristóteles en la obra, titulada La Política, en el libro primero, capítulo primero, Origen del Estado y de la sociedad, plantea que todo Estado es evidentemente una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista en algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno. Es claro, por lo tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política. Si bien es claro que, a partir de esta afirmación, asevera que el Estado como cuerpo compuesto por hombres, que trabajan y funcionan todos juntos como engranajes sociales, dirigiendo este conjunto hacia un mismo objetivo, se crea un lazo directo y proporcional, entre las personas y el ejecutivo, resultando un tipo de vínculo, donde todos se benefician. Ahora bien, en relación a la forma de organización política de Colombia, tiene como uno de sus objetivos combatir las penurias económicas o sociales y las desventajas de diversos sectores, grupos o personas de la población, presentándoles asistencia y protección, donde exige esforzarse en la construcción de las condiciones indispensables para asegurar a todos los habitantes del país una vida digna dentro de las posibilidades económicas que estén a su alcance y que el fin de potenciar las capacidades de la persona requiere de las autoridades actuar efectivamente para mantener o mejorar el nivel de vida, el cual incluye la alimentación, la vivienda, la seguridad social y los escasos medios dinerarios para desenvolverse en sociedad, pero la realidad es otra. Si bien el derecho a la vida es inviolable, en reiteradas ocasiones este principio se pone en tela de juicio y vemos constantemente como se arrebata la vida de una persona en manos de otra.

 Haciendo analogía al poderoso reino animal y como se muestra en la foto al inicio del blog, donde se ve claramente dos leonas, las que salen huyendo de una gran elefante, demostrando que a veces los papeles se invierten, pasando de presa o víctima, a atacante, hacemos  una comparación con el reino animal, traemos un escenario real y muy habitual, ya que el acto de la depredación, se ve como una interacción biológica entre especies, por la cual una, el depredador, se alimenta de otro, llamada presa, implicando la muerte de esta. Si bien esto sería un tema Etológico, vemos que este ejercicio de la depredación encierra un contenido de decisiones instintivas, ya que es el comportamiento animal el más grande y principal motor. Esta acción como sus motivaciones causan en el depredador la toma de una o varias decisiones. La habilidad del depredador por detectar, manipular, cazare ingerir, lo hacen calificado dentro del reino animal y que, por instinto, uno será cazador y otro será presa. Pero, ¿cómo se compara esto con la conducta humana? Pues muy simple, los humanos como especie , están compuestos por instintos, deseos, sentimientos y ahí es donde vemos la analogía con el reino animal, por que bajo su psiquis y para conseguir eso que instintivamente desea pero que no es suyo, lo llevan a convertirse en un cazador, en un depredador y otro, poseedor de eso que el tanto anhela, jugara el papel de presa. Vemos entonces que hay un escenario similar entre dos especies distintas, pero con un solo propósito, el de obtener lo que otro posee. Entonces es en este punto, donde se determinará en que momento, este agente, este sujeto depredador, obtendrá lo que él cree que su pertenencia o, por lo contrario, se impedirá que el cumpla con su objetivo.  De manera pues, queda en el actuar de la presa la decisión que el depredador arranque lo que él ha pretendido como su propiedad. Es la presa la que decide si va a dejar que el cazar adquiera lo suyo o no.

Para John Locke en el ensayo sobre el Gobierno Civil, en el capítulo III, hace referencia al Estado de Guerra, donde por ello es legítimo que un hombre hace al ladrón que no le hizo daño corporal alguno, ni declaró ningún propósito contra su vida, y no pasó del empleo de la fuerza para quitarle sus dineros, o lo que le satisficiere; y eso se debe a que, si usa él la fuerza, cuando le falta derecho de tenerme en su poder, no me deja razón, diga él lo que dijere, para suponer que quien la libertad me quita lo que no me ha de quitar, cuando en su poder me hallare, todo lo demás. Y es por tanto legítimo que le trate como a quien vino a estado de guerra conmigo: esto es, lo mate si pudiere; porque a tal azar justamente se expone quien declara el estado de guerra, y es agresor en él.


La jurisprudencia y la ley, en varias ocasiones se a manifestado, aclarando que podre defenderme por la necesidad de preservar un derecho propio o ajeno contra injusta agresión  actual o inminente. Además, se presume en particular cuando una persona rechaza al extraño que, indebidamente, intente penetrar o haya penetrado a mi habitación o dependencias inmediata, demostrando de esta manera que podre impedir que el cazador actué.

"Se vive en una sociedad deshumanizada y asediada por un bombardeo continuo de violencia prácticamente en todas partes. En la que, la permisividad sin límites, la depredación callejera, el infierno de las drogas, la agresividad en todos los ambientes, el egoísmo exacerbado, la intolerancia, el racismo y la irresponsabilidad generalizada, donde todos tienen derecho, pero nadie tiene obligaciones...todo esto es el pan nuestro de cada día..." Se debe evitar hasta donde sea posible el ser blanco fácil o el facilitarle al delincuente su trabajo. En esta jungla llamada ciudad, no seré una víctima, ni mucho menos una presa.

 







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